lunes, 16 de febrero de 2015

Conocen el tratado pero aún así siguen teniendo miedo.

-Buenos días - sonrío amablemente al aparecer por la puerta de la cocina.    

-Bu...Buenos días - Paula se levanta inmediatamente de la mesa fingiendo tener trabajo en ese preciso instante y se pone a ordenar las encimares ya impolutas.

Adrián se limita a observar la escena por encima de su periódico. 

-¡Hola! - exclama Andrea. La preciosa y única simpática niña rubia y de enormes ojos verdes - ¿Quieres una tost... 

-¡Andrea, no! - Grita Paula arrancándole el trozo de pan de la mano que se dirigía despreocupada hacia mi plato.

La despreciable cara de horror que acaba de salir directamente del corazón de la madre hace que me sienta un monstruo. Eso es lo que ella cree, lo que leo en su mente cada vez que nos cruzamos por la casa y se pega a la pared para pasar lo más lejos posible de mi.

-¡Deja de tratarme así, humana! 

De repente no puedo controlar mis sentimientos y siento como el ambiente empieza a oscurecerse. Veo cómo el asombro aparece en su rostro 

- Sé lo que piensas en cada momento y no soporto que me rechaces cuando está claro que no dispones de ese maldito privilegio. No quiero dañar a nadie pero me lo pones realmente díficil.

Al levantar mis manos oigo esa voz. Su voz. La que me recuerda que debemos ser fuertes y no bajar la guardia.
'Contrólate, Kalee. Por mi.'

Cuando consigo separar mis ojos de los suyos me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Mi cuerpo está envuelto en una oscura niebla que me eleva del suelo y ocupa cada pequeño rincón de la cocina. Andrea contiene las lágrimas observándome atónita y Adrián permanece en silencio, de pié junto a la niña. Paula está aterrada. Se ha quedado paralizada y por mucho que lo intenta no consigue articular palabra. Me calmo. 

- Paula, lo... lo siento.

la niebla empieza a deshacerse y el color de mis ojos vuelve del blanco al natural dorado 

- No quería hablarte así, yo... es que... yo quiero que entiendas que no he elegido estar aquí y tampoco es mi intención haceros daño a ninguno de vosotros.

-Xènia, llegarás tarde a clase - interviene Adrián con total tranquilidad - vamos, márchate.

-Si, claro - me cuelgo la mochila y salgo a la calle.

martes, 27 de marzo de 2012

6 A.M

Jamás había oído ese horrible pitido y no encuentro fuerzas ni para levantar el brazo y pararlo. No he dormido y además me estoy muriendo. 
Sí. 
Me estoy muriendo cada segundo que pasa sin que encuentre a mi conexión. Seguiré envejeciendo hasta que lo haga y entonces, solo entonces, podré estancarme en esa edad y vivir una perfecta infinidad con mi compañer@.
Esos pensamientos inundan mi mente dejando el sueño a un lado, haciendo que sus ojos permanezcan ahí cada vez que cierro los míos. 

Me dejaron claro que Daniel no me corresponde, que si no he sentido la conexión es imposible que nos concedan la inmortalidad porqué acabaremos cansándonos el uno del otro y, entonces, no habrá vuelta atrás. Jamás podremos separarnos. 
No logro aceptar esas palabras.
Como dijo Daniel 'seguiremos juntos hasta que nos escuchen' 
'Verán que no podemos vivir el uno sin el otro, que a veces la conexión nunca se realiza visiblemente. Nosotros podríamos ser la excepción'.
No es una idea muy eficaz, pero es la única que tubimos. Bueno, sería una idea fantástica si no me hubieran destinado a este horrible y aburrido mundo de humanos. 
Estoy lejos de Daniel, quien sigue viviendo tan fresco en la séptima dimensión de este maldito planeta, ya que consideran que yo soy el peligro de esta relación.

Quince minutos después consigo reunir fuerzas y levantarme de la cama para dirijirme a la ducha. Necesito bastante tiempo ahora que estoy obligada a peinarme esta jodidamente abundante melena que me cae hasta la cintura. 
Aunque ahora que estoy sola y quizá podría... 
Levanto las manos y observo satisfecha en el espejo que mi niebla sigue siendo el denso y perfecto humo color azul eléctrico que tenia en mi dimensión. En dos segundos me cubre el pelo y desaparece dejando unos bonitos y sutiles rizos secos. Genial, aquí tampoco tendré que preocuparme por esto.
Una de las cosas que me niego a cambiar es mi aspecto. No pienso disimular mi piel ni usaré lentillas para ocultar el, digamos poco común, dorado brillo de mis ojos. No vestiré más que negro y mi pelirrojo se quedará como está. 

-Ni siquiera eres común aquí, Kalee. ¿Cómo vas a pasearte por allí tan tranquila, fingiendo no darte cuenta de eso?

Ese comentario se repite una y otra vez en mi cabeza. No me he preocupado mucho en ocultarme durante las dos semanas que llevo en Barcelona, pero quizá debería ser un poco más discreta ahora que empieza el curso. Blame siempre preocupándose por todo, encontrándole problemas, pegas y peligros a todo. 
Agradezco que cuide de mi con tantas ganas, pero sigue haciéndolo simplemente porque es su trabajo. Si allí ya me siento sola, exceptuando la compañía de Daniel, aquí no logro encontrar ni un atisbo de sinceridad en los ojos de estos humanos a los que les ha tocado alojarme. Claro está que algunos de ellos conocen nuestra existencia, y solo podemos confiar en aquellos que han jurado no rebelar una palabra sobre nosotros y ayudarnos a cambio de que les mantengamos a salvo de los furtivos. 
Conocen el tratado pero aún así siguen teniendo miedo.